El partido de vuelta por los octavos de final de la Copa Sudamericana entre Independiente y Universidad de Chile terminó en una noche de violencia que dejó heridos, más de 90 detenidos y escenas de extrema brutalidad en las tribunas del estadio Libertadores de América.
Los disturbios comenzaron en el segundo tiempo, cuando un grupo de hinchas visitantes inició focos de incendio en su sector y arrojó objetos contundentes hacia la parcialidad local. La reacción de los simpatizantes de Independiente escaló rápidamente, con enfrentamientos cuerpo a cuerpo que incluyeron agresiones salvajes y el uso de armas improvisadas. Imágenes difundidas mostraron a personas ensangrentadas, otras despojadas de su ropa y algunas que fueron arrojadas desde lo alto de la tribuna.
El saldo fue de al menos diez heridos y más de noventa arrestados, en su mayoría seguidores del club chileno. La intervención de la Policía y de las fuerzas de seguridad resultó insuficiente para contener el caos, lo que llevó al árbitro Gustavo Tejera a suspender definitivamente el encuentro.
La Conmebol ya informó que el caso pasará a su Tribunal de Disciplina y anticipó sanciones severas que podrían afectar a ambos equipos. Mientras tanto, el presidente de Chile, Gabriel Boric, calificó lo sucedido como “injustificable” y exigió protección y asistencia para los hinchas de su país.
Lo que debía ser una noche de fútbol internacional terminó convertido en un episodio de barbarie que dejó en shock al continente y puso nuevamente en debate la capacidad de las instituciones para garantizar seguridad en los estadios sudamericanos.