Las vacunas representan uno de los avances más importantes de la medicina moderna. Gracias a ellas, enfermedades que en el pasado generaban epidemias devastadoras hoy están controladas o en vías de erradicación. Sin embargo, en los últimos años se ha incrementado la difusión de campañas de desinformación que ponen en riesgo estos logros históricos.
Durante la pandemia de COVID-19, el movimiento antivacunas cobró mayor visibilidad al difundir mitos que desalentaron la vacunación masiva. Estas posturas, basadas muchas veces en teorías sin sustento científico, han generado confusión y fomentado el miedo en sectores de la población.
Las vacunas funcionan entrenando al sistema inmunitario para reconocer y combatir patógenos sin que la persona sufra la enfermedad. Al vacunarse, no solo se protege a quien recibe la dosis, sino también a quienes no pueden hacerlo por motivos de salud, gracias al efecto de inmunidad colectiva.
Enfermedades como la poliomielitis, el sarampión y la tos ferina han sido controladas en gran parte del mundo gracias a campañas de vacunación sostenidas. Pero la disminución en las tasas de vacunación, impulsada en parte por la desinformación, podría provocar el resurgimiento de estas y otras enfermedades prevenibles.
Vacunarse no es solo una decisión individual, sino una responsabilidad colectiva. Cada dosis aplicada contribuye a proteger a toda la comunidad, especialmente a los más vulnerables. Frente a las campañas de desprestigio, es esencial confiar en la evidencia científica y mantener las coberturas de vacunación para evitar retrocesos en salud pública.