El salto del dólar oficial esta semana no es un fenómeno aislado, sino el reflejo de una dinámica más profunda en el mercado cambiario argentino. La fuerte demanda de dólares ha obligado al Banco Central a intervenir con ventas para contener la cotización y frenar el derrape del peso.
Ese esfuerzo no es gratis: los analistas advierten que las reservas del BCRA están lejos de ser holgadas, lo que restringe la capacidad de intervención en caso de una escalada más pronunciada del tipo de cambio.
Otro factor clave detrás de la volatilidad es el nuevo esquema de bandas cambiarias implementado tras el acuerdo con el FMI. Según expertos, ese régimen —que permite un rango entre 1.000 y 1.400 pesos por dólar— genera incertidumbre en los mercados sobre qué tan sostenibles son las intervenciones y si se mantendrá el control sobre el peso.
Al mismo tiempo, el Banco Central no ha sido parco a la hora de regular los dólares financieros (como el MEP y el CCL): estima que aún le quedan unos USD 5.300 millones para esterilizar emisión. Este mecanismo es clave para explicar por qué la brecha entre el oficial y los paralelos se mantiene sensible a cualquier noticia política o económica.
En paralelo, la falta de confianza se filtra entre los inversores. Pese al desembolso del FMI por USD 20.000 millones para reforzar las reservas, el mercado teme que las tensiones políticas y la escasa holgura en las divisas dificulten una estabilización real.
En resumen, la cotización elevada del dólar responde a una combinación de alta demanda, capacidad limitada de intervención y un esquema cambiario que coquetea con sus límites. Mientras tanto, la presión sobre el peso y los mercados financieros podría aumentar si no se logra un mayor equilibrio de las reservas.