Despertarse en plena madrugada sin poder respirar bien por la nariz es más común de lo que parece y, lejos de deberse siempre a un resfrío, los expertos señalan que la congestión nocturna tiene múltiples orígenes que pueden pasar desapercibidos. La inflamación de las mucosas nasales durante el descanso suele vincularse a factores ambientales, anatómicos y hábitos cotidianos que irritan las vías aéreas sin que el paciente lo note durante el día.
Uno de los motivos más frecuentes es la rinitis, tanto alérgica como no alérgica. En el primer caso, el polvo del dormitorio, los ácaros o el pelo de mascotas pueden desencadenar síntomas cuando la persona se recuesta. En el segundo, los cambios de temperatura, el humo o el aire seco generan inflamación dentro de la nariz, lo que se intensifica durante la noche. También influyen alteraciones estructurales como un tabique desviado o cornetes agrandados, que dificultan el flujo de aire especialmente en posición horizontal.
El ambiente del cuarto suele ser otro factor clave. La calefacción o el aire acondicionado resecan el aire y, con ello, las mucosas, provocando sensación de bloqueo nasal. Incluso el reflujo gastroesofágico puede desencadenar irritación en la garganta y la nariz, acentuándose al estar acostado.
Ante este escenario, los especialistas recomiendan una serie de medidas para mejorar la respiración nocturna: realizar lavados nasales con solución fisiológica antes de dormir, elevar la cabecera de la cama, utilizar humidificadores cuando el ambiente esté muy seco y mantener la limpieza del dormitorio para reducir alérgenos. También advierten sobre el uso prolongado de descongestionantes, que puede provocar un efecto rebote y empeorar el problema.
En casos donde la congestión persiste por varias semanas o se acompaña de dolor, fiebre o ronquidos severos, los profesionales aconsejan una consulta con otorrinolaringología para evaluar posibles causas anatómicas y definir un tratamiento adecuado.