Una encuesta del Centro de Investigación en Finanzas de la Universidad Torcuato Di Tella expuso la distancia entre lo que registran los indicadores oficiales y la inflación que sienten los hogares en su vida cotidiana. Según el relevamiento, las familias estiman que los precios aumentaron en septiembre un 3,84 % en promedio, mientras que el INDEC informó para agosto una variación del 1,9 %.
El estudio, basado en más de mil entrevistas en distintas regiones del país, también refleja que la expectativa de inflación para los próximos doce meses se mantiene elevada, con un promedio del 37,6 % y una mediana del 30 %. La brecha se amplía en función del lugar de residencia y el nivel de ingresos: en la Ciudad de Buenos Aires y el Gran Buenos Aires las estimaciones anuales superan el 40 %, mientras que en el interior rondan el 37 %. Además, los hogares de menores recursos prevén subas mayores a las que proyectan los de ingresos altos.
La diferencia entre la “inflación de bolsillo” y la oficial reabre el debate sobre la representatividad del índice de precios. Economistas y analistas advierten que los cambios en el consumo familiar no siempre están reflejados en la canasta que mide el INDEC, lo que genera una percepción de desfasaje y alimenta la desconfianza social en las estadísticas públicas.
Este contraste, señalan especialistas, puede tener impacto directo en las negociaciones salariales y en la evaluación ciudadana sobre la marcha de la economía.