La inflación volvió a presionar sobre el bolsillo de los argentinos durante octubre y, según las estimaciones preliminares de consultoras privadas, podría alcanzar el 2,5%. El incremento se explica principalmente por la suba de alimentos y bebidas no alcohólicas, un rubro que impacta de lleno en los sectores de menores ingresos.
El mes anterior, el Índice de Precios al Consumidor (IPC) se había ubicado en 2,1%, mostrando una desaceleración que no logró sostenerse. En las últimas semanas, los aumentos en carnes, productos lácteos, frutas y verduras impulsaron una nueva alza generalizada, acompañada por leves ajustes en servicios y transporte.
Especialistas en economía señalaron que, aunque el dólar se mantuvo estable, la inflación núcleo volvió a mostrar resistencia debido a los costos internos y a la recomposición de márgenes en el comercio minorista. En ese contexto, el Gobierno enfrentó las elecciones de medio término con un escenario de precios que, si bien no desbordó, reflejó la persistencia de tensiones en el consumo.
Desde el Ministerio de Economía insisten en que el “traslado a precios” de las variaciones cambiarias sigue siendo bajo, pero reconocen que el desafío de los próximos meses será sostener la estabilidad sin afectar la actividad ni el poder de compra.
El impacto del incremento en los alimentos vuelve a poner en evidencia las dificultades que enfrentan los hogares con menor capacidad adquisitiva, donde los gastos en comida representan la mayor parte del presupuesto. Con proyecciones que anticipan un cierre de año cercano al 30% de inflación acumulada, el Gobierno buscará contener los aumentos mediante acuerdos de precios y políticas de control en la cadena alimentaria.