Moverse todos los días no solo mejora el estado físico general, sino que también estaría vinculado a un sistema inmunológico más “joven” y a una menor probabilidad de desarrollar ciertos tipos de cáncer. Así lo señalan investigaciones recientes que analizan la relación entre ejercicio cotidiano, inflamación crónica y envejecimiento del sistema inmune.
Los científicos se enfocaron en un proceso conocido como inmunosenescencia, que describe el deterioro progresivo de las defensas con el paso del tiempo. Este fenómeno suele estar acompañado por un estado de inflamación persistente de bajo grado, considerado uno de los factores que favorecen el desarrollo de enfermedades crónicas, entre ellas patologías oncológicas.
A partir de este marco, los investigadores evaluaron si el movimiento diario —no necesariamente entrenamiento intenso, sino actividad física regular y sostenida— podía interrumpir ese círculo negativo. La hipótesis central fue que el ejercicio actúa como un modulador de la inflamación, ayudando a preservar la función de las células inmunes y a mantener un entorno biológico menos propicio para la aparición de tumores.
Los resultados apuntan a que las personas físicamente activas presentan perfiles inmunológicos más eficientes, con menor inflamación sistémica y una mejor capacidad de respuesta frente a agentes externos. Este efecto protector se explicaría por múltiples mecanismos, entre ellos la mejora de la circulación, la regulación hormonal y el impacto positivo del ejercicio sobre el metabolismo celular.
Además, los estudios destacan que la constancia es clave: los beneficios más claros se observan en quienes incorporan el movimiento como un hábito diario, independientemente de la edad. Caminar, andar en bicicleta, realizar tareas domésticas activas o ejercicios de bajo impacto serían suficientes para generar cambios significativos a largo plazo.
Si bien los especialistas aclaran que la actividad física no reemplaza otros factores preventivos ni tratamientos médicos, la evidencia refuerza su rol como una herramienta accesible y eficaz para cuidar el sistema inmune y reducir el riesgo de enfermedades graves. En ese sentido, el movimiento cotidiano aparece cada vez más como un aliado central de la salud integral.