Cuando reapareció frente al público después de un largo periodo de ostracismo -en un reencuentro online de todo el elenco realizado en la etapa más álgida de la pandemia-, exhibía algunos kilos más y muchos pelos menos. El tiempo hace lo suyo, por supuesto, y era de esperar que en Benjamin Salisbury ya poco quedara de aquella estrella en la que se había convertido de manera precoz, a partir de la interpretación de un adolescente adinerado en la sitcom La Niñera.

Del Brighton Sheffield con el cual se identificaba en ciertos rasgos de su personalidad, este hombre de 42 todavía conserva el humor con el cual se dirigía a sus hermanas en la ficción, Maggie (Nicholle Tom) y Grace (Madeline Zima). “Soy sarcástico, definitivamente -contaba en un reportaje de aquellos años-. Bromeo con mis hermanas, las verdaderas y las de la televisión. Así que es más o menos lo mismo: este es un trabajo bastante fácil”.

Pero el Benjamin adulto también podría reflejarse con esa sensación que tenía su personaje: sospechaba que lo excluían de la dinámica familiar por ser el único hijo varón del acaudalado productor de Broadway Maxwell Sheffield (Charles Shaughnessy). Aunque en rigor, en la vida real fue Salisbury el que buscó hacerse a un lado: alcanzó el destierro por decisión propia.

Cuando a mediados de los 90 atravesaba el éxito de la adorable Fran Fine (Fran Drescher), con esos 146 capítulos emitidos a lo largo de seis temporadas en la cadena CBS, el Benjamin adolescente -cumplió 13 años a días del estreno del primer episodio- proyectaba un futuro en el espectáculo cuando The Nanny concluyera. “¡Quiero estar en este negocio!”, se entusiasmaba, como si en verdad hablara un empresario de la industria del entretenimiento. Y de inmediato, como desechando esa especulación, recurría a la humildad: “No me importa si se trata de subir a un escenario o ser asistente de un guionista, quiero hacer cualquier cosa. Disfruto cada situación”. Ser director de un programa asomaba como el anhelo máximo.

A ese joven apasionado por el baile -cuyo vicio exhibía en algunos episodios de la serie- lo asombraba gratamente que le pidieran autógrafos, que se acercaran a saludarlo, que no pudieran creer que ese… ¡que ese fuera él! Porque eso mismo le sucedía cuando, al participar de algún evento o asistir a una premiación de La Niñera, tenía a su alcance a las figuras que desde chico miraba en el cine y la televisión. “Estoy tan emocionado…”, confesaba en esas noches, con la inocencia intacta.

The Nanny salió al aire por última vez el 23 de junio de 1999, con un Benjamin pronto a celebrar sus 19 años. Al concluir la secundaria en una escuela pública de su Minnesota natal, se inscribió en la American University, de Washington DC. La política empezó a despertar su atención, y así como seguía vinculado al Teatro Mann -ubicado en su ciudad- trabajaba de pasante para el demócrata Richard Gephardt, por aquellos años líder de la minoría de la Cámara de Representantes.

Benjamin Salisbury en una escena de las últimas temporadas de La Niñera

Casi como si fuera desperezándose, Salisbury iba despertando del sueño de continuar brillando bajo los focos de los estudios televisivos. En la pantalla grande había adquirido cierto reconocimiento -incluso antes de La Niñera- al participar del elenco de la comedia Capitán Ron (1992), con Kurt Russell y Martin Short. Para cuando en 2002 rodó su cuarta película (Simone, junto a Winona Ryder y Al Pacino, nada menos), ya había reescrito sus planes. Al espectáculo solo le reservaría el rol de espectador: hizo algún que otro comercial y poco más. Antes que cualquier papel que le ofrecieran, valoraba más el cuadrito con el título de periodista que ya colgaba en su living: se había graduado con honores.

Ya en los 2000, mientras en distintos países se multiplicaban las repeticiones de la sitcom que lo mostraba como un adolescente eterno, Salisbury daba un paso al costado y optaba por ubicarse allí donde la prensa no lo notaría. Cuando en 2006 se casó, la boda ni siquiera mereció una línea en algún diario de Minnesota. El nacimiento de sus dos hijos tampoco requirió atención alguna. Benjamin estaba a gusto con esa vida, aunque el público no lo supiera. O más bien, justamente por eso.

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