Una situación totalmente terminal afecta en gran parte a la producción de uno de los alimentos más saludables: la leche. Parece una locura que todos los días, desde hace mucho, veamos cómo, como si nada, titulares de tambos cerrando, de productores que toda la vida, e incluso por generaciones, han trabajado para producir ese alimento, se encuentren contando que cierran sus tambos.

El más perjudicado, sin dudas, es el productor y su familia, los empleados y también los comercios de los pueblos del interior que en gran parte tienen a esos trabajadores como clientes. Sin ir más lejos, cada puesto directo de trabajo en un tambo genera 4 puestos indirectos.

¿Y por qué se llegó a esta situación terminal? Es una suma de factores, pero hay algunos que son los principales, y el daño que provocaron y provocan tendrá consecuencias para la cadena productiva en su totalidad, para los precios pagados por los consumidores (cada vez mayores) y para la economía del país. Lo peor de todo es que se trata de uno de los ciclos productivos más largos, lo que significa que para “recomponer” el número de tambos o la producción de leche no se podrá lograr en 6 meses, se necesitan años. Por eso es incomprensible que desde el Estado no solo no se haga nada para evitar esta catástrofe, sino que cada nueva medida que se anuncia como buena para el “agro” es peor aún para los productores de leche.

Algunos datos

El precio que recibe el productor por litro de leche: No sabe cuál será el precio hasta finalizada toda la entrega de un mes. Sabrá el precio en los primeros 10 días del mes siguiente a la entrega. Por ejemplo: en octubre “salió” el precio que se le paga (promedio nacional) por la leche entregada en septiembre. En ese caso, en octubre fue de 119 $/litro (¿Ud. cuánto pagó por el último litro de leche en sachet en su barrio?).

Es incomprensible que desde el Estado no solo no se haga nada para evitar esta catástrofe, sino que cada nueva medida que se anuncia como buena para el “agro” es peor aún para los productores de leche.

El pago de lo facturado: Partiendo de la base de que a mediados de noviembre sabrá el precio de la leche entregada en octubre, el pago de esa entrega será entre 30/60 días posteriores. Sí, en un país donde la inflación pasó de informarse mensualmente a semanalmente, y con riesgos de devaluación constante, o con devaluación “real” más allá de que haya un tipo de cambio oficial fijo (el pago de los insumos comprados/labores no tiene el mismo plazo de pago tan largo, lo que genera un perjuicio financiero adicional).

Sus costos de producción no paran de aumentar. Uno de los insumos principales son los “granos” maíz, o harina de soja (y otros), que en ambos casos cotizan en dólares, y en general siguen la evolución de los precios internacionales, o incluso están más firmes que en el mercado internacional, como ocurre en este momento. Resumiendo, una frase que siempre dicen los productores de leche (y es real), “las vacas comen en dólares y producen en pesos”. Posterior a la devaluación del tipo de cambio oficial (22%), hubo un aumento automático en el costo de compra de los alimentos para los animales. Cada medida tomada por el gobierno para incentivar el ingreso de divisas, como los distintos “dólares soja, dólar agro, dólar exportación, etc., provoca el mismo efecto. De un día para el otro, los valores de los granos/harina de soja aumentan.

Cada tambo que cierra genera la venta de “vientres”, es decir, de vacas lecheras. Esas vacas que tienen años de genética para mejorar la eficiencia de producción y que para ser reemplazadas en cantidad habrá que invertir nuevamente, como mínimo, 2-3 años, terminan en faena

Valor al cual vender la producción: Sumado al hecho de que la industria define el precio, el valor final tampoco puede encontrar mayores aumentos, ya que el consumidor hoy tampoco convalida mayores subidas a las que ya hemos visto en góndola. Esto es una característica de todo el sector productor agro; el productor no tiene la posibilidad de trasladar sus aumentos de costo al producto que produce y vende.

Producto perecedero: La posibilidad de definir si “entregar” o “no entregar” para un productor de leche casi no existe. O, mejor dicho, no existe, salvo que tenga integrada la producción con la industria, pero, aun así, tampoco es infinito el tiempo que puede estar sin elaborar. Si no, veamos lo que tuvo que hacer Sancor ante la imposibilidad de producir; tuvo que “tirar” litros y litros de leche. La posibilidad de “almacenaje” sin elaboración es muy corta.

Datos alarmantes: Cada tambo que cierra genera la venta de “vientres”, es decir, de vacas lecheras. Esas vacas que tienen años de genética para mejorar la eficiencia de producción y que para ser reemplazadas en cantidad habrá que invertir nuevamente, como mínimo, 2-3 años, terminan en faena. Es dilapidar un capital del productor y del país que tendrá consecuencias negativas en los próximos años. Desde 2007 se “faenaron” 600 mil vacas de tambo, y solo desde el primer “dólar soja” 15 mil.

¿Necesitamos más ingreso de dólares en divisas? Sumado a toda esta realidad, la economía actual también se ve afectada, ya que parte de la producción nacional, un 30%, se exporta, generando ingresos de divisas que son fundamentales para evitar mayores caídas de reservas e incluso servirían para aumentarlas. En resumen, es una cuenta de “perder-perder”; no hay un solo ganador, y los responsables de evitar que siga agravándose miran para otro lado o ponen más palos en la rueda.

Compartir en redes sociales

Deja un comentario