En octubre, el consumo de carne vacuna en Argentina registró un crecimiento frente al mismo mes del año pasado, a pesar de que los precios promedio subieron un 15 % desde mediados de septiembre. Este dato adquiere relevancia en un contexto inflacionario: aunque el alza en el valor debería restringir la demanda, los hogares continuaron comprando más carne que en 2024.
Sin embargo, comparado con septiembre de este año, hubo una leve caída en las ventas, lo que podría indicar que el impacto del aumento de precios comienza a moderarse. Según operadores del sector frigorífico, este descenso mensual no refleja una crisis del consumo sino un ajuste natural luego de un repunte sostenido.
Las proyecciones para los próximos meses no son optimistas en lo que respecta a las tarifas: el sector anticipa que los precios de la carne seguirán subiendo, empujados por mayores costos de producción, presión sobre el ganado disponible y una demanda interna que, por ahora, no se empantana.
Este escenario plantea un dilema: aunque el consumo sigue siendo fuerte, el alza de precios podría comenzar a golpear bolsillos si la tendencia persiste. Si bien los argentinos siguen comprando carne, el ritmo de esa compra podría frenar si los incrementos se acentúan. En función de eso, los frigoríficos y productores advierten que podrían trasladar más costos al consumidor, mientras algunos economistas señalan que una subida más agresiva puede generar desaceleración de la demanda.
En los próximos meses será clave monitorear la relación entre precio y cantidad comprada: si los precios suben sin freno y el ingreso de los hogares no acompaña, el consumo podría empezar a resentirse. Por ahora, el mercado mantiene un delicado equilibrio entre una demanda sólida y una oferta cada vez más costosa.