La recesión económica que atraviesa Argentina golpea de lleno a uno de los rubros más tradicionales del país: las panaderías. En los últimos 18 meses, más de 14.000 locales bajaron sus persianas, dejando a miles de familias sin sustento y a numerosos barrios sin un comercio de referencia.
La caída del consumo se refleja en números alarmantes. La venta de pan se redujo a la mitad y la de productos de mayor elaboración, como las facturas, se derrumbó en torno al 85 %. Muchas panaderías trabajan hoy con apenas dos o tres variedades, elaborando solo lo justo para no acumular pérdidas.
El encarecimiento de los insumos básicos, las tarifas en alza y el fuerte deterioro del poder adquisitivo son los factores que explican este escenario. A eso se suma la baja circulación de clientes: los consumidores priorizan lo esencial y relegan a un segundo plano lo que antes formaba parte de la mesa cotidiana.
En este contexto, el sector panadero atraviesa una de sus peores crisis en décadas. Sin señales de recuperación a corto plazo, la preocupación se extiende tanto a los empresarios como a los trabajadores, que ven amenazada la continuidad de un oficio que históricamente fue símbolo de trabajo y cercanía en cada barrio del país.