En medio siglo, la forma en que se concibe una alimentación saludable en Argentina y el mundo sufrió transformaciones profundas. Mientras hace 50 años las recomendaciones priorizaban el consumo de proteínas animales y carbohidratos simples, hoy el enfoque se centra en la calidad de los alimentos, la fibra y la reducción de ultraprocesados.
En la década de 1970, la dieta típica incluía abundante carne roja, pan blanco y lácteos enteros, y el control de grasas saturadas o azúcares añadidos no era una prioridad. En esa época, la idea de un “plato saludable” estaba más vinculada a la cantidad que a la composición nutricional, aunque ya comenzaban a surgir estudios que relacionaban ciertos hábitos con enfermedades cardíacas y metabólicas.
Actualmente, las guías nutricionales promueven una alimentación basada en vegetales, legumbres, cereales integrales y grasas saludables, con un consumo limitado de ultraprocesados, azúcares y harinas refinadas. La fibra, los micronutrientes y la densidad nutricional son ahora factores clave, junto con la variedad y la sostenibilidad de la dieta.
Esta evolución refleja un cambio en la perspectiva de la salud: de centrarse únicamente en prevenir deficiencias o desequilibrios básicos, a buscar un estilo de vida que reduzca el riesgo de enfermedades crónicas, mejore la calidad de vida y promueva hábitos sostenibles a largo plazo.