El 9 de diciembre de 2018 quedó grabado en la memoria del fútbol argentino y mundial. Ese día, River Plate se coronó campeón de la Copa Libertadores tras vencer a Boca Juniors por 3 a 1 en una final inédita, disputada lejos de Sudamérica y bajo una tensión deportiva pocas veces vista. El estadio Santiago Bernabéu, en Madrid, fue el escenario neutral que recibió uno de los duelos más significativos de la historia del deporte.
El partido, que se definió en tiempo suplementario, resultó una síntesis de emociones, nervios y momentos decisivos. Boca comenzó en ventaja gracias al gol de Darío Benedetto, pero River respondió en la segunda mitad con el tanto de Lucas Pratto. La igualdad llevó el encuentro al alargue, donde el equipo dirigido por Marcelo Gallardo encontró el ritmo y los espacios que necesitaba: Juan Fernando Quintero marcó un gol decisivo con un remate desde afuera del área y, ya con Boca lanzado al ataque, Gonzalo “Pity” Martínez sentenció la historia con una corrida inolvidable hacia el arco vacío.
La consagración significó mucho más que un título: fue la primera final continental entre los dos clubes más populares de Argentina y redefinió capítulos completos de rivalidad, identidad y legado futbolístico. Mientras River celebraba su cuarta Libertadores, Boca afrontaba una de las derrotas más duras de su historia.
Con el paso del tiempo, aquel partido continúa alimentando relatos, análisis y sentimientos. Para River, representa un hito irrepetible y uno de los momentos más trascendentes del ciclo Gallardo. Para el fútbol, una final que excedió lo deportivo y se transformó en un símbolo cultural.
Seis años después, la fecha se mantiene como una marca emocional: unos la celebran, otros la recuerdan con amargura, pero nadie la olvida.