Mantener una rutina de actividad física regular se ha convertido en una de las estrategias más efectivas para cuidar la salud cardiovascular y reducir el riesgo de enfermedades crónicas. De acuerdo con las recomendaciones de organismos internacionales, como los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) y la Asociación Americana del Corazón (AHA), el ejercicio aeróbico es la base de un corazón saludable.
Según estas guías, los adultos deberían realizar al menos 150 minutos semanales de actividad aeróbica moderada, como caminar a paso firme, andar en bicicleta o bailar, o 75 minutos de actividad vigorosa, como correr, nadar o practicar deportes de alta intensidad. La cantidad puede dividirse en sesiones de 20 a 30 minutos diarios, distribuidas a lo largo de la semana, lo que facilita su incorporación a la rutina cotidiana.
Cumplir con este mínimo no solo mejora la resistencia y la capacidad pulmonar, sino que también disminuye la presión arterial, mejora la circulación, regula los niveles de azúcar en sangre y ayuda a mantener un peso saludable. Además, reduce significativamente el riesgo de padecer enfermedades cardíacas, accidentes cerebrovasculares y diabetes tipo 2.
Los especialistas subrayan que incluso pequeñas dosis de ejercicio tienen efectos positivos: una caminata de media hora al día ya activa el sistema cardiovascular y produce mejoras en el ánimo y la energía. Sin embargo, para alcanzar beneficios adicionales, se recomienda duplicar la duración de las actividades moderadas, llegando a 300 minutos semanales.
A la par del ejercicio aeróbico, las guías internacionales aconsejan incorporar dos días por semana de trabajo muscular, con ejercicios de fuerza que involucren los principales grupos del cuerpo.
Más allá de la intensidad, la clave es la constancia. La actividad física regular, adaptada a las posibilidades de cada persona, puede marcar la diferencia entre un corazón vulnerable y uno fuerte, capaz de resistir el paso del tiempo y el estrés cotidiano.