Frente al aumento de casos de fiebre amarilla en países vecinos, el Ministerio de Salud de la Nación puso en marcha un plan preventivo para reforzar la vigilancia sanitaria y la cobertura de vacunación en las provincias del norte. Si bien en Argentina no se registran contagios autóctonos desde 2009 ni casos importados desde 2018, la medida busca evitar que el virus vuelva a ingresar al país.
Las acciones se concentran en Formosa, Misiones, Corrientes, Salta, Jujuy y Chaco, zonas consideradas de riesgo por su cercanía con regiones afectadas y por la presencia del mosquito Aedes aegypti, transmisor de la enfermedad. Allí se reforzarán los controles fronterizos, la vigilancia de primates —que actúan como indicadores naturales del virus— y la distribución de dosis adicionales de la vacuna.
En paralelo, la cartera sanitaria coordina tareas con los servicios provinciales para garantizar la detección temprana de posibles contagios y fortalecer la capacidad de diagnóstico de los laboratorios locales. También se desarrollarán campañas de información para viajeros y comunidades rurales, con el fin de promover la vacunación y las medidas de protección contra mosquitos.
Según la Organización Panamericana de la Salud, en lo que va del año se detectaron nuevos focos de fiebre amarilla en Brasil, Colombia y Bolivia, incluyendo casos humanos en zonas cercanas a la frontera argentina. Estos brotes reactivaron la alerta sanitaria en la región y motivaron a los países limítrofes a intensificar su respuesta epidemiológica.
Las autoridades argentinas reiteraron que la vacuna es la principal herramienta de prevención. Debe aplicarse una sola vez en la vida y al menos diez días antes de viajar a zonas donde el virus circula. Además, se recomienda mantener los espacios libres de recipientes con agua, usar repelente y vestir ropa que cubra brazos y piernas para reducir el riesgo de picaduras.
Con estas medidas, el país busca sostener su actual estabilidad sanitaria y evitar la reintroducción de una enfermedad que, aunque controlada desde hace más de una década, continúa siendo una amenaza en la región tropical y subtropical del continente.