Con el foco puesto en transitar sin sobresaltos el tramo final hacia las elecciones, el Gobierno puso en marcha un esquema de emergencia de dos meses que combina medidas cambiarias, monetarias y financieras. El objetivo es evitar que la volatilidad del dólar y las tensiones del mercado de deuda se conviertan en una crisis mayor en plena campaña.
La estrategia incluye una intervención más activa en el mercado de futuros, donde el Banco Central busca marcar expectativas de tipo de cambio sin desprenderse de reservas. Al mismo tiempo, se endurecieron las condiciones monetarias mediante la suba de encajes bancarios, lo que obliga a las entidades a inmovilizar una parte mayor de los depósitos y, con ello, reducir la liquidez en circulación.
En paralelo, el Tesoro apuesta a sostener el financiamiento en pesos a través de licitaciones con tasas elevadas, que ya superan con amplitud la inflación mensual. De este modo se busca asegurar el “rollover” de vencimientos y mantener bajo control la presión de los pesos sobrantes sobre el mercado cambiario.
El paquete de medidas, que se aplica con perfil bajo pero de manera consistente, refleja la urgencia de estabilizar el frente económico de aquí a octubre. Sin embargo, analistas advierten que se trata de un alivio transitorio y que los desafíos de fondo, como la inflación y la falta de reservas, seguirán presentes más allá de la contención coyuntural.