La Franja de Gaza atraviesa una de las peores crisis humanitarias de su historia reciente. Más de 2,1 millones de personas —la totalidad de su población— enfrentan niveles críticos de inseguridad alimentaria, con cerca de medio millón en situación de hambruna catastrófica, según informes de Naciones Unidas.
Desde octubre de 2023, los ataques aéreos israelíes y un bloqueo casi total han devastado la infraestructura civil, incluyendo hospitales, panaderías y sistemas de agua potable. El 90% de la población ha sido desplazada y vive en condiciones extremas, sin acceso regular a alimentos, agua o medicamentos.
El Ministerio de Salud palestino ha reportado al menos 29 muertes por causas relacionadas con la desnutrición, principalmente entre niños y ancianos. En hospitales como el Nasser de Khan Younis, miles de niños son tratados por malnutrición aguda, mientras los suministros médicos y alimentarios escasean.
Aunque Israel ha permitido recientemente la entrada de algunos camiones con ayuda humanitaria, la cantidad sigue siendo insuficiente. La ONU estima que se necesitan entre 500 y 600 camiones diarios para cubrir las necesidades básicas, pero solo una fracción ha logrado ingresar.
Organizaciones internacionales y gobiernos, como el de Australia, han condenado las restricciones al ingreso de ayuda, calificándolas de “inaceptables” y advirtiendo sobre las consecuencias catastróficas de continuar con el bloqueo.
La situación en Gaza es descrita por expertos como una catástrofe humanitaria en curso, con el riesgo de hambruna aumentando cada día que pasa sin una solución efectiva y sostenible.